El presidente Andrés Manuel López Obrador presumió un ritmo de trabajo equivalente a 10 años en los cinco que lleva en el cargo.
La jornada de "trabajamos siete por 24", está a discusión. Su agenda diaria no lo refleja. El grueso de sus actividades se sintetiza en su conferencia.
Con ese discurso, el presidente refleja cansancio y hartazgo. En el ámbito político permea que lo suyo no es administrar, sino la grilla al rojo vivo.
Su gobierno tiene sustento en la diatriba, los ataques, la censura, la denostación, la venganza y reproches al pasado causantes de todos los males.
Una de las mayores tragedias en su gestión, fue el huracán Otis que destruyó al puerto turístico de Acapulco.
López Obrador huyó del desastre y la tragedia. Su participación sólo se limitó a medio coordinar acciones y proponer la "auto reconstrucción".
Es decir que deja en manos de los damnificados la reparación de sus inmuebles, en su mayoría humildes y dañados por la fuerza del poderoso meteoro.
El presidente se alejó del pueblo que dice merecer todo; lo dejó a la deriva. Permitió los saqueos y robos, generando anarquía, ¿con qué fin?
¿Controlar el desorden para después inundar la zona afectada con elementos del Ejército y la Guardia Nacional entregando la despensa de todos, como ayuda solo de su gobierno?
Trabajar 24 horas, requiere más que discursos. Un presidente neoliberal como Carlos Salinas, se fue a dormir a Valle de Chalco a una vivienda humilde.
¿Posó para la foto? Sí, pero a la postre se convirtió en uno de los presidentes más poderosos e influyentes de los últimos años.
Después Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, enfrentaron las secuelas de los huracanes con recursos del Fondo Nacional de Desastres (Fonden).
Se aplicaba el Plan DNIII, donde la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), auxiliaba de inmediato a la población civil y se evitaba la rapiña.
El gobierno federal declaró zonas de emergencia para ayudar a las autoridades municipales a superar las crisis.
Con Otis nada de eso sucedió. No hubo gobierno, sino caos; la ingobernabilidad en un municipio y un estado bajo el mando de autoridades de Morena, exhibió su vulnerabilidad e ineficacia.
Gobernar significa mandar, dirigir, administrar, conducir, guiar o presidir. ¿Eso sucedió en Acapulco?
El reproche de haber gobernado cinco años como si fuesen 10, también puede equipararse a una década de desgaste y hartazgo. ¿O no?