En conferencia, Gaviño anunció que seguirá perteneciendo al sol azteca, pero que se dedicará de lleno a apoyar a Claudia Sheinbaum, para que sea la segunda presidenta de México emanada de Morena.
¿Cómo explicar que alguien que dice pertenecer a un partido apoye las aspiraciones de alguien de otro partido totalmente diferente, sin renunciar a su militancia? Quizá se entendería si hubiera de por medio alguna carpeta judicial importante.
Pero de ahí a que, en un texto casi poético, Gaviño declare que le bastó mirar a los ojos de Sheinbaum para descubrir a la mujer "sensible, firme y preocupada por el pueblo", hay una gran diferencia.
Parece que después de descubrir su mirada y su sensibilidad, Gaviño olvida que fue Claudia quien impidió que Florencia Serranía, quien dirigía el Metro al momento de la tragedia de la Línea 12, fuera citada ya no por el MP, sino ni siquiera por el Congreso.
Está bien que debía justificar su brinco al oficialismo, pero el perredista no necesitaba ponerse de alfombra; no lo merece alguien con una gran trayectoria como servidor público, que debió salir de la oposición por la puerta grande.
Porque ni modo que el PRD tenga como subjefe de su bancada en Donceles a quien públicamente pide votar por Sheinbaum, y lo financie sin importar si ellos tienen candidato o no. Si los amarillos lo conservaran, se podrá pensar que será sólo para no perder prerrogativas.
Además de a Víctor Hugo Lobo, quien es el líder, le tendrían que preguntar a las diputadas Gabriela Quiroga y Polimnia Romana Sierra si aceptan de jefe a un fan de Claudia, "y del gran equipo que la acompaña (¿?)".
Jorge sabía perfectamente que después de esto no tendría cabida en el PRD, por eso está provocando su expulsión; lo congruente —y lo decente— hubiera sido renunciar. Porque, si pretende ser echado para quedar como víctima, sólo logrará aparecer como un traidor.
Está claro que el neoclaudista sabe que no cabe en Morena, cuyos dirigentes y diputados lo verían como su nuevo chalán. Su apuesta es que Claudia sea la próxima presidenta de México, para que lo lleve con ella al gobierno federal.
Su brinco coincide con la recta final de la competencia interna entre corcholatas, por eso —aunque no venía al caso—, sacó el tema del accidente en la Línea 12 del Metro, y dijo que fue más una falla en el diseño y ejecución, que falta de mantenimiento.
O sea, que el responsable de la tragedia es Marcelo Ebrard y no la jefa de Gobierno: la valía de Gaviño es que, además de haber dirigido el Metro, fue presidente de la comisión legislativa que investigó denuncias por supuesto fraude en la construcción de la Línea Dorada.
Ésta es la herramienta extra que Claudia adquiere en su guerra política contra el canciller.